Puedo traducir mis propios documentos oficiales
agosto 15, 2025

¿Puedo traducir mis propios documentos oficiales?

¿Está permitido traducir tus propios documentos oficiales?

A ver, pongámonos en situación. Tienes un documento en inglés, francés o árabe —da igual— y te lo piden en español para un trámite oficial en España. Y claro, tú dominas el idioma. Lo entiendes, lo hablas, lo escribes. Entonces, surge la gran pregunta: ¿puedo traducirlo yo mismo?

Y sí, la pregunta tiene todo el sentido del mundo, sobre todo si hablamos de ahorrar tiempo y dinero. Pero la respuesta no es tan simple. Porque aunque puedas hacerlo técnicamente, eso no significa que sea válido ante la administración.

La traducción de documentos en contextos oficiales tiene sus propias reglas. Y no es tanto una cuestión de idioma como de validez legal. Así que, si no quieres que te rechacen el trámite a la primera de cambio, conviene entender qué exige realmente la normativa española.

Qué dice la normativa española sobre traducciones en trámites públicos

En España, si presentas documentos en otro idioma ante un organismo oficial —sea un ministerio, una universidad, un juzgado o una consejería autonómica—, esos documentos tienen que estar traducidos al español. Hasta aquí, todo bien.

El tema es quién puede hacer esa traducción.

Según la legislación vigente (por ejemplo, el Real Decreto 889/2022 sobre homologaciones), hay tres formas válidas de traducir un documento a efectos administrativos:

  • Que lo traduzca un traductor jurado reconocido por el Ministerio de Asuntos Exteriores.
  • Que lo haga un organismo oficial o autoridad competente (como una embajada o consulado).
  • O que sea una traducción realizada y sellada por la institución que expide el documento, siempre que esté en un idioma admitido oficialmente por España.

En otras palabras: no, tú no puedes traducir tu propio documento y esperar que lo acepten en un trámite formal. No basta con que la traducción esté bien hecha. Tiene que tener validez legal. Y eso solo lo garantiza un profesional acreditado.

Diferencias clave entre traducción libre y traducción jurada

Aquí es donde entra la famosa —y muchas veces malentendida— “traducción jurada”. No se trata solo de traducir con precisión. Se trata de que el documento resultante tenga la misma fuerza legal que el original.

Un traductor jurado no solo traduce: certifica, firma y sella el documento. Y eso es lo que la administración española necesita para poder aceptarlo. Porque sin ese respaldo, el funcionario que lo reciba ni siquiera puede valorar si está bien o no. Simplemente lo descarta.

En cambio, una traducción libre —hecha por ti, por un amigo o por una app— puede ser útil para entender el contenido. Pero a efectos legales, no vale.

Casos en los que una traducción personal puede ser válida

¿Significa eso que nunca puedes usar una traducción hecha por ti? No exactamente.

Hay ciertos casos informales —por ejemplo, para consultas internas o trámites no regulados— donde una traducción personal puede servir como orientación. También puede darse que una universidad o una empresa privada te permita presentar una traducción libre, siempre que adjuntes el original. Pero son la excepción, no la norma.

Y ojo: aunque te acepten una traducción provisional, puede que luego te pidan la jurada antes de emitir una resolución oficial. Así que no te fíes si en la primera fase “no dicen nada”. El problema puede venir después.

Por qué la mayoría de las instituciones exigen traducción jurada

Podríamos pensar que esto es una manía burocrática más. Pero en realidad, tiene lógica. Las traducciones juradas existen para que la administración pueda fiarse del contenido traducido sin tener que revisarlo. No tienen personal para estar cotejando documentos en otros idiomas.

Además, evita fraudes. Porque si cualquiera pudiera entregar una traducción hecha por su primo, el sistema se llenaría de documentos alterados o manipulados. La traducción jurada actúa como un filtro: si está sellada por un traductor acreditado, tiene presunción de veracidad.

Por eso, aunque haya margen de interpretación en algunos casos, en los procedimientos más delicados —como homologaciones, oposiciones, litigios, nacionalidad o permisos de residencia— la regla es clara: solo traducción jurada.

Qué pasa si presentas una traducción no oficial: riesgos y consecuencias

Aquí no hay medias tintas. Si entregas una traducción no jurada cuando se exige que lo sea, lo más probable es que tu expediente se detenga. Y eso puede tener consecuencias importantes:

  • Te pedirán subsanar, con el retraso que eso implica.
  • En algunos casos, rechazan directamente el documento y dan por no presentado el trámite.
  • Si se trata de plazos cerrados, puedes quedar fuera por un simple error.

Y no solo eso. Algunos usuarios confían en traductores no habilitados que prometen “servicio oficial”, cuando en realidad no lo son. Ahí ya hablamos de posibles fraudes, que pueden derivar incluso en responsabilidad legal. Mucho ojo con eso.

Alternativas si no puedes pagar una traducción jurada

Vale, hablemos claro: las traducciones juradas no son baratas. Y si tienes varios documentos, la suma puede doler. Pero hay algunas alternativas que conviene conocer.

Por ejemplo:

  • Algunas embajadas o consulados ofrecen servicios de traducción o validación más asequibles.
  • En ciertos países, las universidades o autoridades emisoras pueden expedir el documento directamente en español.
  • En procedimientos académicos, hay universidades que aceptan documentos bilingües, siempre que estén emitidos por la institución de origen.
  • Y si estudias o trabajas en una ONG, a veces hay programas de ayuda o descuentos para trámites de extranjería.

Otra opción es priorizar qué documentos traducir primero, y esperar a que el propio organismo te diga si es necesario traducir todo o solo una parte. Porque a veces uno se adelanta y traduce cosas que luego ni siquiera se piden.

En resumen: puedes traducir lo que quieras… pero eso no significa que vaya a servir para un trámite oficial. Para eso, necesitas una traducción jurada. Y aunque pueda parecer un obstáculo más en la montaña administrativa, te ahorra problemas a medio y largo plazo.

Hazlo bien desde el principio, y te evitarás más de un disgusto después. Porque en los papeles, como en la vida, no todo lo que se entiende… es válido.